La palabra es la materia básica para entender lo humano. No estaría de más emprender una campaña de limpieza lingüística en contra del lenguaje discriminatorio, irrespetuoso, prepotente e humillante. Y no me refiero sólo ni exclusivamente al lenguaje discriminatorio ni a cuestiones de género ni tampoco a expresiones xenófobas. Lamentablemente, la frecuencia de expresiones y las actitudes despreciativas están a la orden del día; pero lo más detestable es que, además, se utilicen también en los lugares de trabajo. Las personas también son agredidas cuando «otros» abren su deslenguada boca, sufren un envenenado ataque verbal y soportan una agresión tan insultante como grave.
La lucha en contra de estas situaciones pretende consolidar la política de igualdad y que no se violen más el respeto a las personas, mujeres y hombres. Por tanto, expresiones que se usan casi habitualmente en lo que algunos denominan "discusiones agitadas", deben evitarse:«la cagó», cuando alguien comete un error; ni «la está cagando» si alguien no está de acuerdo con lo que escucha. En ningún caso, cuando una persona plantea temas debería obtener como respuesta «ya está con sus pajas mentales». El español tiene un rico y variado léxico que puede y debe utilizarse para estas situaciones. El lenguaje es una herramienta de comunicación entre mujeres y hombres y –ya digo- la palabra es la materia básica para entender lo humano.
Las palabras, junto con la mirada, son el reflejo del alma; pero también son la imagen de quien las utiliza. Expresiones malsonantes, insultantes, irrespetuosas y políticamente incorrectas muestran, además de la catadura humana de quien las utiliza, una pobreza de léxico, un soez vocabulario y gran falta de educación. Si no se pone freno al uso y abuso de ciertas palabras, el lenguaje perderá su sentido, solvencia, tino y sensibilidad. Y es que «la lengua esconde un genio interno, invisible inaudible, antiguo, que podemos reconstruir si seguimos las pistas que nos dejan sus hilos» (Álex Grijelmo: El Genio del Idioma, Madrid, Taurus, 2004).
Quizás ésta sea otra lucha que empieza en solitario… ¡Ha habido otras muchas reivindicaciones que empezaron aisladamente, siendo minoritarias! Recuerdo palabras de María Zambrano (Hacia un saber sobre el alma, Alianza, Madrid, 1987). Decía algo así: “Escribir es defender la soledad en que se está”. Pero en el fondo paradójico de la soledad hierve el deseo de vida común: pues la defensa de la soledad celebra la “victoria de un poder de comunicar”.
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