27 feb 2008

Comprender la vida lentamente


Con diez años menos...



Si fuera diez años más joven, qué feliz
y qué descaminado el tono de decir:
cada palabra desatando un temporal
y enloqueciendo la etiqueta ocasional.

Los años son, pues, mi mordaza, oh mujer;
sé demasiado me convierto en mi saber.
Quisiera haberte conocido años atrás
para sacar chispas del agua que me das,
para empuñar la alevosía y el candor
y saber olvidar mejor.

Esta mujer propone que salte y me estrelle
contra un muro de piedras que alza en el cielo
y como combustible me llena de anhelos,
de besos sin promesa y sentencias sin leyes.

Esta mujer propone un pacto que selle
la tierra con el viento, la luz con la sombra;
invoca los misterios del tiempo y me nombra.
Esta mujer propone que salte y me estrelle
sólo para verle,
sólo para amarle,
sólo para serle,
sólo y no olvidarle.

Con diez años de menos, no habría esperado
por sus proposiciones y hubiera corrido
como una fiera al lecho en que nos conocimos,
impúdico y sangriento, divino y alado.

Con diez años de menos, habría blasfemado
con savia de su cuerpo quemaría los templos
para que los cobarde tomaran ejemplo.
Con diez años de menos, hubiera matado
sólo para verle,
sólo para amarle,
sólo para serle,
sólo y no olvidarle.

Silvio Rodríguez (1978)

25 feb 2008

Unos minutos con J. L. Borges




El Laberinto



El Golem



Ajedrez



13 feb 2008

La violencia en el ámbito laboral se ejerce con máscara


El conjunto de comportamientos que se traducen en agresión y grave daño a otra persona o personas por parte de otra u otras es lo que en la sociedad actual se conoce como acoso psicológico. Esta forma de violencia produce un desgaste tal que la persona que lo sufre queda incapacitada en la mayoría de los casos defenderse. Es un modo de violencia invisible porque tiene miles de máscaras y es muy difícil de identificar porque no deja huellas ni es visible a otros ojos, que a los del corazón de quien la padece.Lo que empieza siendo un maltrato psicológico, una venganza o una muestra depoder conlleva una faceta activa y otra pasiva:
a) El maltrato activo es el trato degradante y continuo que ataca la dignidad de la persona. Malos tratos emocionales que son difíciles de detectar porque la víctima no suele tomar conciencia de que lo está sucediendo ni identifica qué está pasando.
en caso de uq la víctima tome conciencia, la perplejidad puede invadirla y la situación desbordarle. Motivo por el que no puede defenderse y, ni siquiera, comentar la situación o pedir ayuda.
b) El maltrato pasivo consiste en la falta de atención hacia la víctima cuando esta depende del agresor. En ámbitos laborales esto es muy frecuente puesto que quien se posicione al lado de la víctima puede convertirse en la siguiente. Es lo que llamamos "testigos mudos".
Cuando el maltrato persiste en el tiempo se convierte en acoso: violencia que se ejerce con una estrategia, una metodología y un objetivo para conseguir la destrucción moral de la víctima. Este modo de violencia una especie de persecución psicológica. La armas del acosador son, por ejemplo, la utilización de amenazas veladas, injurias, calumnias; por otro, actuaciones sibilinas que cercan minuciosamente la actividad mental y física de la persona perseguida.
En este caso la víctima queda paralizarla como si una serpiente venenosa la hubiese atacado. El acosador juega con el factor sorpresa, la víctima no reacciona y éste tiene margen para seguir su camino.
Las personas agredidas de este modo se sienten capidisminuidas (falta de memoria, pocos recursos, mínima capacidad de reacción), su autoestima disminuye y puede sentirse acorralada. Esto le produce un grave deterioro tanto psiquico como físico: malestar interior, preocupación constante, intranquilidad, desasosiego interno, angustia, incertidumbre extrema, dudas, culpabilidad, insonio, bajada de defensas, problemas digestivos, nausea, mareos, axfisia, etc. La persona que sufre acoso psicológico se queda despojada de todo lo que había sido con anterioridad, aunque anteriormente hubiese sido brillante profesionalmente y buena gestora; llega a convertirse en piltrafas humanas en manos de un acosador sin escrúpulos y ambicioso de poder.
A veces la víctima, a causa de este maltrato, termina rindiéndose; entonces, se convierte en la presa fácil de su verdugo. Es así como quien acosa se siente ufano y alardea de su dominio. Para demostrarlo, continúa manipulando... Puede, incluso, hacer como si premiase a su víctima con un carguito, una remuneración, palmaditas en en hombro y falsas sonrisas. ¡Ojo! También puede condenarla al zulo laboral, convirtiendo a la víctima en su trofeo particular.
Con estas actuaciones, quien acosa tergiversa la realidad con gran astucia, hace como si desconociese el valor de la víctima, la infravalora como ser humano y le coarta tanto la libertad como la autonomía. Situación laboral que se extiende al ámbito vital de la persona "perseguida" (familiar, red social, rendimiento, etc.). Mientras, el acosador continúa presentándose como una persona benevolente, llena de buenas (falsas) intenciones. Y, sin dejar a un lado sus gestos y actuaciones -tan pérfidas como sutiles- espera que se le den las gracias por proteger a quien nunca se lo ha pedido. Lo que desea es prevalecer como protector de quien él mismo ha reducido a la más absoluta miseria y como buen organizador ante quienes son testigos mudos o interesados de su mala gestión.

Fuente:

10 feb 2008

Dime cómo hablas y te diré quién eres


La palabra es la materia básica para entender lo humano. No estaría de más emprender una campaña de limpieza lingüística en contra del lenguaje discriminatorio, irrespetuoso, prepotente e humillante. Y no me refiero sólo ni exclusivamente al lenguaje discriminatorio ni a cuestiones de género ni tampoco a expresiones xenófobas. Lamentablemente, la frecuencia de expresiones y las actitudes despreciativas están a la orden del día; pero lo más detestable es que, además, se utilicen también en los lugares de trabajo. Las personas también son agredidas cuando «otros» abren su deslenguada boca, sufren un envenenado ataque verbal y soportan una agresión tan insultante como grave.
La lucha en contra de estas situaciones pretende consolidar la política de igualdad y que no se violen más el respeto a las personas, mujeres y hombres. Por tanto, expresiones que se usan casi habitualmente en lo que algunos denominan "discusiones agitadas", deben evitarse:«la cagó», cuando alguien comete un error; ni «la está cagando» si alguien no está de acuerdo con lo que escucha. En ningún caso, cuando una persona plantea temas debería obtener como respuesta «ya está con sus pajas mentales». El español tiene un rico y variado léxico que puede y debe utilizarse para estas situaciones. El lenguaje es una herramienta de comunicación entre mujeres y hombres y –ya digo- la palabra es la materia básica para entender lo humano.
Las palabras, junto con la mirada, son el reflejo del alma; pero también son la imagen de quien las utiliza. Expresiones malsonantes, insultantes, irrespetuosas y políticamente incorrectas muestran, además de la catadura humana de quien las utiliza, una pobreza de léxico, un soez vocabulario y gran falta de educación. Si no se pone freno al uso y abuso de ciertas palabras, el lenguaje perderá su sentido, solvencia, tino y sensibilidad. Y es que «la lengua esconde un genio interno, invisible inaudible, antiguo, que podemos reconstruir si seguimos las pistas que nos dejan sus hilos» (Álex Grijelmo: El Genio del Idioma, Madrid, Taurus, 2004).
Quizás ésta sea otra lucha que empieza en solitario… ¡Ha habido otras muchas reivindicaciones que empezaron aisladamente, siendo minoritarias! Recuerdo palabras de María Zambrano (Hacia un saber sobre el alma, Alianza, Madrid, 1987). Decía algo así: “Escribir es defender la soledad en que se está”. Pero en el fondo paradójico de la soledad hierve el deseo de vida común: pues la defensa de la soledad celebra la “victoria de un poder de comunicar”.

9 feb 2008

¡¡¡Se puede luchar contra el acoso!!!!



En octubre de 20 de 2007, Inmaculada Rodríguez Cunill tuvo el valor de denunciar los hechos.
Gracias a su denuncia, se creó en noviembre la Plataforma de la Universidad de Sevilla contra el Mobbing.
Poco después nacían la Plataforma Universidad por el Conocimiento y asociaciones de alumnos en defensa de las libertades de profesores y alumnos. Entre sus objetivos están:
1. Denunciar públicamente el maltrato moral a los trabajadores aprovechando el enquistamiento jerárquico que tiene la institución universitaria
2. Animar a aquellas personas que sufren acoso moral (mobbing) en la Universidad de Sevilla a que se pongan en contacto con la plataforma para ayudarnos conjuntamente.
3. Promover la igualdad real de derechos fundamentales, luchando contra la endogamia y la jerarquía que abusa de su poder.
Los motivos:
Inmaculada Rodríguez recusó a miembros del tribunal en unas oposiciones por existir a su entender una enemistad manifiesta hacia su persona. Tal enemistad procedía de dos profesores (el director del departamento, Antonio Zambrana, y el anterior responsable, Francisco Arquillo.
Según Rodríguez, tanto Zambrana como Arquillo amenazaron con ir a los tribunales pero, finalmente, ninguno lo hizo. Por su parte, la profesora, que ostenta un Premio Extraordinario a su carrera y ha participado en numerosos proyectos docentes, suspendió la prueba. "En vez de ir a juicio, optaron por hacerme la vida imposible".
¡Hay otros muchos casos de acoso! Hay que denunciarlos para luchar contra esta actitud que, desgraciadamente, cada ves es más frecuente. Suelen ejercerla personas que, de este modo, se creen más importantes, cuando son, en el mejor de los casos, unos miserables.
La lucha contra el acoso no puede hacerse individualmente.
En Andalucía, no hay ninguna asociación contra este tipo de violencia que causa estragos (físico, psicológicos y sociales, entre otros muchos) en las personas que lo padecen.
¡La unión hace la fuerza! ¿Se os ocurre algo?

7 feb 2008

5 feb 2008

El caso de Nevenka Fernández

Comentario del libro de Juan José Millás Hay algo que no es como me dicen. El caso de Nevenka Fernández contra la realidad (Santillana, Madrid, 2004, 209 páginas).
Es difícil haber olvidado el caso Nevenka, la joven concejala de Hacienda y Comercio del Ayuntamiento de Ponferrada que, en marzo de 2001, decide poner todo patas arriba y denunciar al alcalde, Ismael Álvarez, por acoso, provocando un pequeño terremoto.
Nos había sacudido, en el proceso público, el papel del fiscal José Luis García Ancos, al que hubieron de relevar por tratar a Nevenka como acusada en lugar de víctima; o las declaraciones de Ana Botella cuando salió la sentencia del Tribunal tachando de impecable el comportamiento del ya ex alcalde al ser condenado por un delito de acoso sexual cometido sobre su concejala de Hacienda, sirviéndose, para humillarla, de su superioridad jerárquica. De igual modo que nos pareció insólito que se promoviera una manifestación de apoyo y desagravio a Ismael Álvarez, a la que acudirían –y así lo hicieron– todos los alcaldes pedáneos del PP y que contó con el apoyo, entre otros muchos, del cantautor Amancio Prada.
Después de la resolución judicial que supimos el último día del mes de mayo de 2002, esperamos a los recursos presentados ante el Tribunal Supremo, que el 17 de noviembre de 2003 confirmaba la sentencia, aunque rebajó la multa impuesta en primera instancia al considerar que entre un alcalde y un concejal no existe relación jerárquica alguna y que, por lo tanto, no se había dado el agravante de abuso de autoridad.
Quedó en nuestra memoria. En la mía sí que pensé en la valentía de Nevenka, en su sufrimiento, y sentí mucho agradecimiento hacia esta “niña pija” que nos dijo: «Tengo 26 años... y dignidad», al leer el comunicado en el Hotel Temple de Ponferrada el 26 de marzo de 2001, presentando su dimisión como concejala de Hacienda y Comercio unos pocos minutos después de denunciar por acoso sexual a su alcalde.
Juan José Millás, que confiesa una atención irregular al caso, perdiendo notas que tomaba aquí y allá, se desvela una noche, coincidiendo con la publicación de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia de Castilla y León, y piensa en la historia de esta mujer como en la de un extrañamiento: «Había sido víctima de su propia cultura, una cultura machista, misógina, brutal en muchos aspectos. De hecho, cuando Ismael Álvarez perdió el juicio y se vio obligado a dimitir, Ana Botella, una de las mujeres más influyentes del Partido Popular, había alabado la actitud “impecable” del acosador sin tener una sola palabra de solidaridad hacia la víctima.
»Nevenka, pues, había sido “uno de ellos” hasta que “ellos” empezaron a producirle horror (y ya veremos el tamaño de ese horror). A lo largo de ese proceso de extrañamiento se convirtió en un monstruo para los suyos, pero también para sí misma, pues no había contado con una cultura de recambio que la acogiera para curarle las heridas. En cierto modo al denunciar el caso, había renunciado a su identidad sin tener otra de repuesto» (página 27).
Otros enigmas o misterios también alimentan su curiosidad. ¿Qué hace una Nevenka en Ponferrada? ¿Por qué nadie la había entrevistado, aunque todo el mundo la había perseguido? ¿Dónde se había metido desde el día que dimitió públicamente y puso la denuncia hasta que comenzó el juicio?... Le pareció que «aquí había una novela» (p. 31), y este libro es el fruto que germinó en aquel desvelo.
Zigzaguea a lo largo de 21 capítulos y un epílogo, para meternos de lleno en una historia concreta, terrorífica, de acoso moral y sexual en la que la víctima, como todas las víctimas de acoso, ha quedado paralizada, sin posibilidad de defenderse.
«El termino acoso había dado vueltas en su cabeza desde que lo mencionara la doctora Mollá, pero Nevenka lo había rechazado para describir su situación porque lo asociaba a mujeres incapaces de defenderse» (p. 90), y no era ésa la imagen que tenía de sí misma. «Había cultivado de sí misma la imagen de una mujer con recursos y no podía comprender aquella parálisis de cuya existencia hablaba ahora el libro de Hirigoyen (*).
[...]
»La Biblia para comprender lo que ocurre en tales situaciones. [...] Una de las frases que dejó a Nevenka sin aliento por la precisión con la que describía su propia experiencia: “En este libro demostraré que el primer acto del depredador es paralizar a su víctima para que no se pueda defender» (p. 103).
Y ésta es una de las cuestiones importantes que el libro aborda magníficamente. Vivimos en sociedades en las que todo está organizado para criminalizar a la víctima. No es sólo que García Ancos la trate en el juicio con una inusual dureza ni que le espete: «¿Por qué usted, que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y que tiene que aguantar por el pan de sus hijos, por qué usted aguantó?», queriendo convertir en culpable a la víctima, sino las muchas, muchísimas personas que preguntaban a Nevenka (o a otras Nevenkas): “¿Y tú, por qué no hacías algo cuando...?”. O todos esos comentarios igualmente insidiosos como el «“algo habrá hecho”, “algún beneficio habrá obtenido”, “ no puede ser tan ingenua como para no saber dónde se metía”. Incluso cuando los comentarios procedían de personas de talante progresista, se advertía enseguida que el asunto había sido percibido, en el mejor de los casos, como un ajuste de cuentas entre gente de la derecha. No se negaba que Nevenka Fernández hubiera padecido acoso, pero se venía a decir que se lo tenía merecido por ser de derechas. La ex concejal de Hacienda añadía a este pecado original el de ser una mujer atractiva» (p. 27-28).
O esa conocida que le comenta a Millás el día de la publicación de la sentencia: “Esa chica está hablando demasiado [...] Además, apareció en la rueda de prensa con una minifalda hasta aquí”. «Por supuesto, Nevenka podría haber ido con una minifalda “hasta aquí” sin que ello sirviera para descalificarla. Pero ese día llevaba pantalones. Había una necesidad evidente de convertirla en culpable del acoso del que había sido víctima. Y no creo que mi conocida mintiera al decir que la había visto en minifalda: la había visto así porque necesitaba verla así. En definitiva, en este caso, como en casi todos, la mayoría vio lo que esperaba ver, porque ello coincidía también con lo que necesitaba ver para que sus certidumbres no se derrumbaran» (p. 29).
»De todos modos, dice Nevenka, “no deja de ser curioso que en estas situaciones preguntemos a la víctima por qué no se defendió en vez de preguntar al agresor por qué atacó».
De hecho, la que se ha hecho famosa es Nevenka y no Ismael Álvarez. Ella ha sido, a la postre, la que ha tenido que exiliarse porque no encontraba trabajo en ningún sitio con un currículo brillante, mientras Ismael Álvarez, el agresor, puede ser convidado, como lo ha sido, a leer el pregón de las fiestas de su pueblo, recibir homenajes o seguir gestionando tranquilamente sus negocios con buenos enteros en su cuenta corriente.
La “normalidad” la representa y encarna Ismael Álvarez y su mundo, y si queremos explorar otra de las manifestaciones de ello se pueden ver los resultados electorales en las últimas elecciones generales de marzo de 2004. El PP obtuvo los mismos votos que en las anteriores elecciones generales (13 de marzo de 2000), fecha en que Ismael estaba ya destruyendo a Nevenka, pero nadie sabía nada. Ni siquiera Nevenka era muy consciente de lo que estaba pasando.
La clientela del PP de Ponferrada, medida a través de los votos, no se vio “tocada” por esta cuestión. El asunto Nevenka, o bien no había existido, o esos miles de votos respaldan de un modo u otro “esa normalidad”.
Ya no digamos eso que podríamos llamar “acoso de baja intensidad”, totalmente integrado como un modo de relación laboral, social o familiar.
Es de sustancia el libro y da materia a la reflexión, aparte de inquietarnos por razones que cada persona puede desvelar al cabo de su lectura.
Se siguen las razones que pueden conducir a una persona a ser víctima o a convertirse en víctima. Esencialmente “estar allí”, cometer la torpeza de dejarse seducir, tener algo de más, como explica Hirigoyen (en el caso de Nevenka, belleza, vitalidad, inteligencia, formación, sensibilidad y ser una “comprensiva patológica”...), cualidades apetecibles y envidiables que cualquier perverso narcisista intentará apropiárselas, utilizando las fallas o grietas de su víctima, mientras hunde a la persona que las posea. Éstas u otras.
Es relevante comprender que el acoso, en cualquiera de sus manifestaciones o en los distintos ámbitos en que pueda acontecer, puede sucedernos a cualquiera que dé con un acosador ávido de poder. La idea de que “eso” (lo innombrable) puede pasarle a otras personas pero a mí no... es otro modo sutil y estúpido de culpabilizar a la persona que sufre o sufrió acoso. Puesto que si yo “puedo evitarlo”, quien lo padece o ha padecido ha hecho algo inadecuado que dio pie a que el agresor se instale en sus alrededores, estreche el cerco y la hunda.
El recuerdo de la pecera, enorme, que Nevenka, de adolescente, gustaba observar en el salón de la casa de sus padres, en donde los peces negros acabaron con los peces de colores, es aterrador y fuertemente simbólico.
«Cuando viajé a Ponferrada y conocí de cerca la atmósfera moral del Ayuntamiento, me pareció que era un microcosmos de peces negros en el que había ido a caer inocentemente un pez de colores. Las posibilidades de que Nevenka sobreviviera en aquel ecosistema brutal eran simplemente nulas. Los peces, como los seres humanos, son caníbales, pero, como los humanos también, disfrutan volviendo loca a su presa antes de devorarla...» (p. 46).
El libro también nos aproxima a las consecuencias para la víctima de un proceso de victimización. En esa alegría de la vida tan extendida que es humillar a nuestros semejantes, se puede matar sin mancharse las manos. Sin dejar rastro.
«Cuando vi a Nevenka, me quedé espantado: parecía una criatura recién salida de un campo de concentración. Estaba en los huesos. Miraba a un lado y a otro cada vez que decía algo, como si flotara en el ambiente un peligro indeterminado que en cualquier momento pudiera materializarse. Encendía un cigarrillo con la brasa del anterior. También hacía un gesto raro con las manos, como si se las estuviese lavando continuamente, o como si quisiera deshacerse de unas ataduras invisibles. En fin, te ponía los pelos de punta...». Éste es el relato y el retrato que el señor Invisible, uno de los personajes misteriosos de nuestro libro, hace de Nevenka a Millás (p. 35).
¿Y qué decir del hecho de que a lo largo de todo ese tiempo Nevenka no volviera a mirarse a ningún espejo?
Marie France Hirigoyen insiste en no atribuir al masoquismo (ni confundirlo), que nos libera de responsabilidades, puesto que hay consentimiento y se puede abandonar el juego si se desea, explicación “cómoda” a la que recurren también algunos profesionales «que consideran que todas las víctimas de una agresión perversa son cómplices secretos de su verdugo, con el que entablan una relación sadomasoquista que entraña una fuente de placer. [...]
»En la relación con el perverso no hay simetría, sino dominación de un individuo sobre otro, e imposibilidad de que la persona sometida reaccione y detenga el combate. Por eso se trata de una agresión. El establecimiento previo del dominio ha desterrado la posibilidad de decir “no”. La negociación es imposible, todo es impuesto». (Hirigoyen: 124).
El proceso mismo, tan sutil, insidioso, indecible. «El acoso nace de forma anodina y se propaga insidiosamente». No se produce de un día para otro. Nevenka, al igual que cualquier otra víctima de acoso, hasta que no es capaz de unir muchos datos para interpretarlos, sabe que contar anécdotas sueltas parece ridículo a quien escucha e incluso a quien cuenta que no sabe ya si es un exceso de suspicacia o de neuras, tendiendo a culpabilizarse. Y así se va instalando “lo indecible” y se teje la tela de araña en la que los agresores atrapan a sus víctimas.
Una cuestión que se repite casi siempre: la soledad absoluta de las víctimas, abandonadas prácticamente por el entorno familiar, amistoso, social que no ve nada, sólo las neuras de la víctima a quien el agresor se ha encargado de desestabilizar, pero lo ha hecho sin dejar rastro.
En el caso de Nevenka, ni su familia, de parecido entorno cultural que el Gobierno ponferradino, ni siquiera aquellos poquísimos apoyos que Nevenka y Lucas habían dado como seguros. La cobardía moral, el miedo, la pérdida de comodidades o seguridades o el “¿pero tú sabes lo que estás haciendo?” han atrapado a personas de quien las víctimas no podían esperar tal desamparo.
Una cuestión sí llama la atención en esta historia, el personaje de Charo Velasco, portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Ponferrada, a quien, en un arrebato “de olfato”, Nevenka cita para ponerla al tanto de lo que pasa y pedirle que no saque provecho de la situación. Vaya, ¡una perita en dulce: el alcalde sorprendido en un asunto de acoso sexual!
«Nevenka temía que si la baja por enfermedad se prolongaba, fuera el PSOE el que exigiera a Ismael Álvarez ocupar su vacante» (p. 83). Charo Velasco, con quien Nevenka no había tenido otra relación fuera de la esfera de lo político, no usa esta cuestión para desgastar al PP de Ponferrada, pide a su grupo que no lo haga, algo verdaderamente insólito en el mundo de la política en donde el “todo vale” es la ley para obtener votos o derribar al adversario o al enemigo.
«En muchas ocasiones, gente de su partido reprochó a Charo Velasco no haber utilizado el asunto para desgastar a Ismael Álvarez, pero ya hemos dicho que no es una mujer de temperamento político, o simplemente que es honesta, algo tan raro en la política...» (p. 89).
Detrás del problema del acoso late también cómo afronta la sociedad (amplia o cercana) estas cuestiones y qué valores cultiva en relación con la cuestión del poder. Si trivializa o no “el mal”.
«Prestamos poca atención a sus víctimas [de los perversos], que pasan por ser débiles o poco listas, y, con el pretexto de respetar la libertad del otro, podemos vernos conducidos a no percibir ciertas situaciones graves. En efecto, una manera actual de entender la tolerancia consiste en abstenerse de intervenir en las acciones y en las opiniones de otras personas aun cuando estas opiniones o acciones nos parezcan desagradables e incluso moralmente reprensibles. Manifestamos asimismo una indulgencia inaudita en relación con las mentiras y las manipulaciones que llevan a cabo los hombres poderosos. El fin justifica los medios. Pero ¿hasta qué punto es eso aceptable? ¿No corremos con ello el riesgo de erigirnos en cómplices, por indiferencia, y de perder nuestros límites o nuestros principios? [...]. El contexto sociocultural actual permite que la perversión se desarrolle porque la tolera» (Hirigoyen: 13-14).
«La cuestión del poder atañe a toda la sociedad. En todas las épocas ha habido seres carentes de escrúpulos, calculadores y manipuladores, y para los que el fin justifica los medios. Sin embargo, la multiplicación actual de los actos de perversidad en las familias y en las empresas es un indicador del individualismo que domina en nuestra sociedad. En un sistema que funciona según la ley del más fuerte, o del más malicioso, los perversos son los amos. Cuando el éxito es el valor principal, la honradez parece una debilidad y la perversidad adopta un aire de picardía.
»Con el pretexto de la tolerancia, las sociedades occidentales renuncian poco a poco a sus propias prohibiciones. Pero, al aceptar demasiado, como lo hacen las víctimas de los perversos narcisistas, permiten que se desarrollen en su seno los fenómenos perversos. Numerosos dirigentes o políticos, que ocupan no obstante una posición de modelo para la juventud, no muestran ninguna preocupación moral a la hora de liquidar a un rival o de mantenerse en el poder» (Hirigoyen: 175-176).

Tiene a su vez mucha energía el libro en la descripción de la reacción de Nevenka, el proceso de curación. Ese «no falta mucho para que vuelva a mirarse al espejo sin sentir vergüenza» (p. 130). Sabe que la condición de construir otra vida pasa por cerrar bien las ventanas de la vida anterior. Con la oposición de todo el mundo, quiere hacer la denuncia incluso a riesgo de equivocarse, y en ese proceso tiene que empezar a nombrar y rememorar las innumerables escenas para apresar toda esa cantidad de palabras aparentemente anodinas, sentidos no expresados, alusiones permanentes, insinuaciones constantes, hostigamiento sexual y chantaje que la han ido descalificando, desacreditando, aislando y humillando sexualmente hasta desestabilizarse. Tiene que «juntar las piezas de ese jarrón roto» que ha llegado a ser su vida.
Por todo eso merece la pena leer el libro. Incluso más de una vez, como yo lo hice. Porque dice muchas cosas, con muchos matices, y porque tiene un inequívoco punto de vista, y además, porque, mientras seguimos el caso de Nevenka, muchas personas podemos reconocer comportamientos (propios y ajenos) “desestabilizadores”, de maltrato en la vida cotidiana.
No es morboso y no se recrea en minucias innecesarias. Está bien organizada la historia, con una orientación que yo llamaría “poco victimista”, en el sentido de que el libro empieza con la dimisión y la presentación de la denuncia, “Los restos de Nevenka”, y acaba con “Nace la otra Nevenka”, ésa que ya sabe que «hay algo que no es como me dicen».
Puede ser también un aliciente para las víctimas de acoso o las personas de su entorno. Saber que se puede salir de estas situaciones, que hay que buscar apoyos y ayudas, que hay que curarse, y que para ello es imprescindible nombrar, decir, dejar de justificarse, de proteger y culpabilizarse.
El caso Nevenka nos da la experiencia de una vida concreta. Y es hermoso acercarse a todo ese sufrimiento y al proceso de destrucción para tener mayor sensibilidad con las víctimas y menor tolerancia a las cosificaciones, a las faltas de respeto hacia los seres humanos, a las manipulaciones y a cualquier comportamiento reprobable en el ámbito privado y en el público. El libro de Marie-France Hirigoyen, imprescindible para conocer más y mejor, “la Biblia” en estas cuestiones, incluye consejos prácticos para la pareja y la familia y para la empresa, aparte de un capítulo dedicado a la ayuda psicológica. Cosas bien necesarias, porque aunque no estamos muy familiarizados con esto del mobbing o acoso, las estadísticas empiezan a ponernos los pelos de punta. Se calcula que un 15% de los trabajadores españoles lo sufren, y en la Administración pública, la cifra se dispara a un 33% (Rosa Montero, El País, 22 de junio de 2004).
Comparto con Millás la idea de que Lucas es uno de los personajes más enigmáticos del libro. «Vi cómo cobraba importancia a medida que pasaban los capítulos sin que él hiciera nada por crecer ni yo por aumentar su tamaño» (p. 207).
Tiene un buen cuerpo de letra para présbitas y ocupa 209 páginas. Del precio ya no me acuerdo. De todos modos, no debería ser excusa para no leerlo. Hay bibliotecas y existe, además, el préstamo amistoso.
___________________
(*) Marie-France HIRIGOYEN: El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana (original, París, 1998). Paidós, Barcelona, 1999. Libro que le regala Adolfo Barreda, el abogado que va a hacerse cargo de su caso, en la primera entrevista que tienen, con la recomendación de que lo lea cuanto antes.

Fuente: Nanina Santos, en

3 feb 2008

Sobre el Acoso Laboral


El cuestionario CISNEROS consta de 43 preguntas tipo test con las que se intenta evaluar el entorno laboral y detecta las consecuencias de la violencia en las organizaciones. La confección de este cuestionario se debe a Iñaki Piñuel [entrevista], profesor de la Universidad de Alcalá y autor de numerosos libros.
Este cuestionario es una de las herramientas que se utilizan para detectar, cuantificar el grado de acoso moral de la persona que lo padece, asi como sus consecuencias psicoemocionales. Dicen los estudiosos de este tema que el motivo de que el 5% de los trabajadores sufran mobbing está en la empresa: una mala organización del trabajo, una deficiente gestión y la negada resolución de los conflictos.
El acoso moral es una práctica extendida que permite ya una clasificación: horizontal o entre compañeros, vertical descendente (el superior acosa al subordinado), vertical ascendente (de subordinado a superior), mixto (con dos variantes: de superior a subordinados con la colaboración de los compañeros del acosado y, en segundo lugar, de compañeros a compañeros, con el conocimiento del superior, sin intención de evitarlo). Situación despiada puede dilatarse en el tiempo, aunque a partir de los seis meses, ya se considera delito. El problema principal con que se encuentran las personas que sufren esta agresión es demostrarlo, ya que la actitud de quien agrede es tan sutil como sibilina; sus métodos tiene como objetivo el desgaste de la víctima (voces, desprestigios, negar la información, extender rumores, quitarle responsabilidades o asignarle objetivos o plazos de difícil cumplimiento).
Desgraciadamente, este fenómeno social que se da en el ámbito de las relaciones laborales. En España se ha calificado como un psico-terror laboral.
Este vídeo lo he encontado en una página muy interesante y bien construida: http://ethosvirtual.blogspot.com/2007/12/crnicas-del-crimen-perfecto.html

Los estragos del mobbing


¿Cómo alguien puede disponer de la vida de otras personas hasta dejarlas en un estado lamentable?
El acoso laboral produce estragos en quien lo padece: desgana, apatía, tristeza, desgaste emocional y físico, baja autoestima, querer desparecer...
¡No hay más palabras! Valga esta imagen que la encontré en

EspaÑol

EspaÑol
Con Ñ