La mirilla o ventanillo es una abertura que se realiza en la pared o en la puerta de la casa para ver qué ocurre en el exterior, para observar desde el interior...
Durante los últimos años, he descubierto una mirilla especial que, además de permitirme ver qué sucede a mi lado y al otro lado de la puerta, me deja ver también qué ocurre a mi alrededor y observar... Y es que “lo esencial resulta invisible a los ojos” (El Principito).
Ellos tienen razón: esa felicidad, al menos con mayúscula, no existe. ¡Ah! pero si existiera con minúscula sería semejante a nuestra breve pre soledad. Después de la alegría viene la soledad, después de la plenitud viene la soledad, después del amor viene la soledad. Ya sé que es una pobre deformación pero lo cierto es que, en ese durable minuto, uno se siente solo en el mundo: sin asideros, sin pretextos, sin abrazos, sin rencores, sin las cosas que unen o separan. Y en esa sola manera de estar solo ni siquiera uno se apiada de uno mismo. Los datos objetivos son como sigue: hay diez centímetros de silencio entre tus manos y mis manos, una frontera de palabras no dichas entre tus labios y mis labios y algo que brilla así de triste entre tus ojos y mis ojos.
Claro que la soledad no viene sola. Si se mira por sobre el hombro mustio de nuestras soledades, se verá un largo y compacto imposible, un sencillo respeto por terceros o cuartos. ¡Ese percance de ser buena gente! Después de la alegría, después de la plenitud, después del amor viene la soledad.
Conforme, pero ¿qué vendrá después de la soledad?
A veces no me siento tan solo si imagino… Mejor dicho, si sé que más allá de mi soledad y de la tuya otra vez estás vos aunque sea preguntándote a solas qué vendrá después de la soledad.
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