A pesar del empeño por la "Conciliación Familiar", las personas estamos obligadas a trabajar para comer y, además, quienes tenemos la suerte de tener un puesto de trabajo pasamos en éste la mayor parte de nuestro tiempo. Verdaderamente, en los tiempos que corren es una suerte tener un puesto de trabajo; lo peor es cuando este sitio (fuente de nuestros ingresos y de nuestro modus vivendi) se convierte en un lugar de tortura (Véanse los resultados del módulo sobre accidentes de trabajo y enfermedades profesionales de la Encuesta de Población Activa del año 2007, hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística).
Esta situación se ha convertido en un riesgo para la salud física y, especialmente, para la mental de muchas personas, con lo que esto conlleva: aislamiento, inseguridad, baja autoestima, somatizaciones, ninguna calidad de vida, etc., etc.). El profesor Iñaki Piñuel (Universidad de Alcalá de Henares, director de los Informes Cisneros sobre acoso laboral) explica "las cifras de los trabajadores incurso en riesgos psicosociales, que engloban el estrés, el burnout o síndrome de «estar quemado» y el mobbing (acoso laboral), son del 38% de la población ocupada en España (32% estrés, 11% burnout y 9,2% mobbing". Lo que también sería interesante conocer es cuántas víctimas pertenecen a organismo e instituciones públicas.
Adelantándome a los resultados, avanzaría que el estudio sería complejo realizarlo sobre datos fiables ya que, en el contexto de las administraciones públicas, el miedo del personal así como "el ordeno y mando" de las jefaturas y directivos es lo que se lleva. Los primeros temen que les ocurra lo mismo que a su compañero acosado (probablemente, persona auténtica y legal), así se convierten, consciente o inconscientemente, en cómplices de la situación, en testigos mudos. Los segundos (personas generalmente inseguras, poco preparadas y con afán de destacar haciendo suyo el trabajo de otros) utilizan las técnicas del sutil ataque con toallas mojadas, se consideran más importantes y valiosos cuanto más exprimen al personal, crean incertidumbre, dictan normas confusas, extienden dimes y diretes, difaman, difunde falsos comentarios y globos sondas, mantienen en tensión al personal, etc. Lo peor es que estos últimos piensan que esas obsoletas y dictatoriales medidas aumentan el rendimiento y que eso ocurre tanto en la empresa pública como en la privada.
He aquí parte del problema, como explica Piñuel: "esta forma de trabajar, que parecía desterrada, recrudece el estrés y el acoso. La capacidad del ser humano no es ilimitada y los costes de los daños de esos trabajadores machacados cargamos todos con ellos». En este sentido, se refiere a los jefes «tóxicos» e insiste en los graves daños que la violencia laboral -mayoritariamente psicológica- provoca en la víctima tiene unos costes muy elevados para el sistema.
Desgraciadamente, las administraciones estás dirigidas en su mayoría por jefes tóxicos; lo lastimoso y desesperanzador es que esto ocurra en España durante una etapa que, políticamente, algunos denominan de "madurez democrática". Lo que hace falta son personas preparadas, jóvenes con conocimiento, expertos que, por la edad, han combinado su preparación (formación y conocimiento) con la experiencia adquirida realizando éticamente un trabajo.
¡Pena que últimamente, lo que peses sea el favoritismo, la compra-venta de personas, los premios a los servicios prestados y la recompensa a tapar las miserias así como alguna que otra actuación que lo mejor es ocultarla, taparla para que nadie se entere!
¿Dónde se dirige un funcionario público en estas circunstancias?
Esta situación se ha convertido en un riesgo para la salud física y, especialmente, para la mental de muchas personas, con lo que esto conlleva: aislamiento, inseguridad, baja autoestima, somatizaciones, ninguna calidad de vida, etc., etc.). El profesor Iñaki Piñuel (Universidad de Alcalá de Henares, director de los Informes Cisneros sobre acoso laboral) explica "las cifras de los trabajadores incurso en riesgos psicosociales, que engloban el estrés, el burnout o síndrome de «estar quemado» y el mobbing (acoso laboral), son del 38% de la población ocupada en España (32% estrés, 11% burnout y 9,2% mobbing". Lo que también sería interesante conocer es cuántas víctimas pertenecen a organismo e instituciones públicas.
Adelantándome a los resultados, avanzaría que el estudio sería complejo realizarlo sobre datos fiables ya que, en el contexto de las administraciones públicas, el miedo del personal así como "el ordeno y mando" de las jefaturas y directivos es lo que se lleva. Los primeros temen que les ocurra lo mismo que a su compañero acosado (probablemente, persona auténtica y legal), así se convierten, consciente o inconscientemente, en cómplices de la situación, en testigos mudos. Los segundos (personas generalmente inseguras, poco preparadas y con afán de destacar haciendo suyo el trabajo de otros) utilizan las técnicas del sutil ataque con toallas mojadas, se consideran más importantes y valiosos cuanto más exprimen al personal, crean incertidumbre, dictan normas confusas, extienden dimes y diretes, difaman, difunde falsos comentarios y globos sondas, mantienen en tensión al personal, etc. Lo peor es que estos últimos piensan que esas obsoletas y dictatoriales medidas aumentan el rendimiento y que eso ocurre tanto en la empresa pública como en la privada.
He aquí parte del problema, como explica Piñuel: "esta forma de trabajar, que parecía desterrada, recrudece el estrés y el acoso. La capacidad del ser humano no es ilimitada y los costes de los daños de esos trabajadores machacados cargamos todos con ellos». En este sentido, se refiere a los jefes «tóxicos» e insiste en los graves daños que la violencia laboral -mayoritariamente psicológica- provoca en la víctima tiene unos costes muy elevados para el sistema.
Desgraciadamente, las administraciones estás dirigidas en su mayoría por jefes tóxicos; lo lastimoso y desesperanzador es que esto ocurra en España durante una etapa que, políticamente, algunos denominan de "madurez democrática". Lo que hace falta son personas preparadas, jóvenes con conocimiento, expertos que, por la edad, han combinado su preparación (formación y conocimiento) con la experiencia adquirida realizando éticamente un trabajo.
¡Pena que últimamente, lo que peses sea el favoritismo, la compra-venta de personas, los premios a los servicios prestados y la recompensa a tapar las miserias así como alguna que otra actuación que lo mejor es ocultarla, taparla para que nadie se entere!
¿Dónde se dirige un funcionario público en estas circunstancias?
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