6 sept 2008

Monólogo sobre el color "azul-petróleo"


Hay un complot urdido por mentes perversas que, reunidas en un lugar secreto, deciden lo que se denomina “tendencias de moda”.
¿Quiénes son sus componentes? ¿Cómo se lo montan? Me imagino, por ejemplo, que llega Paco Rabanne y dice: “Veo, veo que este año se va a llevar el azul petróleo”. Saltan a dúo Victorio y Lucchino: “Eso, eso. Y también los jerséis sin mangas, pero de cuello alto. ¡Qué se jodan!
¡Ea! Pues date por jodida, la moda no es una industria; es una secta dirigida por mentes protervas que deciden cómo hemos de vestirnos: Nos hacen ir con estos pantalones que se abrochan en la rabadilla y nos hacen creer que vamos bien. (Puede que sea para que luzcamos, por narices, esos ridículos tangas que tanto molestan); con esos otros pantalones de pata larga que van limpiando las aceras de las calles.
¿Sabéis qué son las fashion victims? Pues esas personas que han caído en las redes de la secta de la Moda, y ya no se pueden escapar. Ésas que, cuando se acercan a un escaparate, oyen voces en su interior y escuchan: “El poder de la moda te obliga”, “el poder de Dior te gobierna”.

Realmente, me di cuenta del poder que tiene esta secta cuando intenté comprarme un vestido rojo. Parece fácil, ¿verdad? Un vestido rojo. Pues no, las tiendas están en el ajo y son las representantes de Dior en la tierra. La escena se desarrolló del siguiente modo:
Entro en la rienda y le digo a una dependienta:
- “Perdona, busco un vestido rojo y no encuentro ninguno”. Ésta responde, entre ofendida y extrañada: “¿Un vestido rojo? Este año no ha entrado nada de ese color; lo que se lleva es el azul-petróleo”.
- ¿Y eso rojo de ahí?
- Eso es la funda del extintor, pero si quieres te la saco.
Pienso: ¡así es como empiezan las sectas: anulando tu voluntad! Pero me sorprendo diciendo:
- “Vale, sácame uno azul-petróleo de la talla 38”.
La dependienta me mira como se mira un Fiat Panda desde un todoterreno:
- ¿La 38? Pero si tú estarás entre la talla 40 ó 42.
La miré fijamente como diciendo: “Y tu estarás entre gilipollas y tonta del culo” Pero le dije:
- Perdona, tengo la talla 38.
- No, si ya. Pero es que este año viene la 38 muy ceñida, ¿sabes?
Pensé: ése es el segundo paso de la estrategia de la secta. Disminuir tu autoestima para poder dominarte mejor. Intenté imponerme y asertivamente me dije: Tere, ¡pruébate la 38 aunque te la tenga que meter a rosca!
- Por favor, “sácame una talla 38”
- Si quiere, aquí la tiene.
Cuando me miré al espejo sólo vi una morcilla y otra morcilla… Eso sí, de color azul- petróleo. Y digo yo: si en todo el mundo un metro es un metro y un kilo es un kilo, ¿por que la talla 38 no es siempre la talla 38? Si vas al Carrefour, la talla 38 se la puede poner King África; sin embargo, en Versace, la 38 no se la pone ni Melody. Al final, hice lo que hacemos todas: llevármelo. Sí, porque pensé lo que pensamos todas: “Así me obligo a adelgazar”. “Me obligo a adelgazar”. Pero, ¿seremos idiotas? A las dos semanas a lo que estamos obligadas es a regalar el traje a nuestra sobrina pequeña. Vaya, es igual que comprarse unos zapatos del 34 esperando que el pie se encoja.
Ése es otro de los síntomas de que estás entrando en la secta: someterte voluntariamente al sufrimiento físico. Aunque, a veces, cuando todavía no estás abducida del todo, consigues tener un momento de lucidez y decir: “No, no me lo llevo”. Y, entonces, esa enviada del mal que es la dependienta te dice la frase definitiva:
- Llévatelo, no seas boba, ¡que lo puedes devolver! Y lo compramos porque como “lo puedes devolver”...
Vaya es como comerte un trozo de moqueta porque “como lo puedes devolver”. Al final, llegué a casa con mi vestido azul-petróleo de la talla 38. Me lo puse y le pregunté ilusionada a mi marido:
- ¿Como me queda?
- Pequeño.
- ¿Si? ¿Me marca mucho?
- Te va a hacer llagas.
¡Ahí, me dije! “Tere, modérate. Ésta es otra prueba. La secta de la moda quiere que rompas lazos con tu entorno”. ¡No, no van a poder conmigo!, pensé. Así que me tiré a la calle y no paré hasta que encontré el único vestido rojo que quedaba en toda la ciudad. Cuando lo encontré, dije “¡Me lo compro! ¡Ja! Salí de la tienda triunfante y con mi vestido rojo. Pero la alegría me duró dos escaparates. Es algo que nos pasa a todas las mujeres: ¿y qué hago yo con un vestido rojo, si este año lo que se lleva es el azul-petróleo?” Oye, que no pude pegar ojo en toda la noche. Tuve pesadillas y todo… Soñé que estaba en una misa negra, me tenían atada de pies y manos y que los grandes gurús de la moda me rodeaban como en Poltergeis. Escucha voces: “Tereee, veeeeen hacia el glamouuuuur”. Desperté empapada en sudor. “¡Vale, está bien! ¡Me rindo!”. Decidí untarme toda entera de vaselina para que me entrara el traje y me presenté en la boda de mi amiga Jessi vestida de azul-petróleo. Cuando llegué a la iglesia me encontré con que íbamos todas iguales... Allí había más azul- petróleo que en una playa del golfo Pérsico.
Ahí te das cuenta de que te han captado, que has entrado en la secta y que, a partir de ese momento, honrarás a Victorio y a Lucchino, no nombrarás a Chanel en vano y amarás a Dior sobre todas las cosas.
Yo que había tardado bastante tiempo en diferenciar algunos colores y comprender que las cosas pueden ser de color rosa-buganvilla, blanco-roto, azul- plomo y gris-día, ahora me enfrento al color azul-petróleo. ¡Yo que pensaba que el petróleo debía ser negro como los cojones de un grillo, ahora parece que no es así! Quizás alguien pueda darme alguna orientación para definir el color “azul petróleo”.
Fuente: sobre texto enviado por mi amiga Ana Rosa J. O.

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