¡En el fondo hay tan pocas cosas!
Millones y millones de litros agua, rocas y gas...
Afecto, sangre, cien minutos, mil años, cenizas, luz...
Millones y millones de litros agua, rocas y gas...
Afecto, sangre, cien minutos, mil años, cenizas, luz...
Ahora, ahora mismo, hace un rato...
Así empieza La Vida secreta de las palabras (Isabel Coixet, 2005). Película que se desarrolla en el oscuro escenario de una plataforma petrolífera, en medio del mar del Norte.
Por una parte se mastican aislamiento, soledad, silencio; por otra, se transmiten mensajes cargados de un contenido sorprendentemente alentador. ¡Las cosas de Coixet!
La vida secreta de las palabras[1] , además de articularse en torno a una protagonista que busca sentido a su vida, plantea cómo conocer la vida secreta de uno mismo y cómo expresarla en voz alta aunque sea sirviéndose de una tercera persona, ante la imposibilidad de hacerlo como uno mismo, en primera persona.
La protagonista, Hanna, es una mujer introvertida de quien, en principio, no se conoce nada de su vida; cumplidora, eficiente, nunca falta al trabajo ni se toma vacaciones. En un momento, debido a la presión de los compañeros ante la dirección de la empresa, tiene que tomarse un descanso y, por esto, se desplaza SOLA a una ciudad marítima, la primera que se le ocurre. Durante su primera cena en el hotel, escucha casualmente una conversación telefónica en la que alguien parece necesitar una enfermera; ella se brinda dado que tiene estudios de enfermería.
La vida secreta de las palabras[1] , además de articularse en torno a una protagonista que busca sentido a su vida, plantea cómo conocer la vida secreta de uno mismo y cómo expresarla en voz alta aunque sea sirviéndose de una tercera persona, ante la imposibilidad de hacerlo como uno mismo, en primera persona.
La protagonista, Hanna, es una mujer introvertida de quien, en principio, no se conoce nada de su vida; cumplidora, eficiente, nunca falta al trabajo ni se toma vacaciones. En un momento, debido a la presión de los compañeros ante la dirección de la empresa, tiene que tomarse un descanso y, por esto, se desplaza SOLA a una ciudad marítima, la primera que se le ocurre. Durante su primera cena en el hotel, escucha casualmente una conversación telefónica en la que alguien parece necesitar una enfermera; ella se brinda dado que tiene estudios de enfermería.
El trabajo es en una plataforma petrolífera en medio del Mar del Norte. Allí se encuentra Josef, un hombre que ha sufrido un accidente al tratar de ayudar a un compañero y que permanece postrado en la cama con terribles quemaduras. El trabajo de Hanna será cuidarle hasta que puedan trasladarlo a un hospital. Mientras ella parece una persona tímida y poco amiga de las palabras, hermética y misteriosa; Josef (Tim Robbins) ironiza continuamente y suple su falta de visión, perdida a como consecuencia del accidente, con un extraordinario sentido del humor, esperanza y locuacidad.
Si dramática es la historia del accidentado no menos dramática es la de Hanna, una enfermera que ha sido violada y torturada por soldados de su propio país durante la desmembración de la antigua Yugoslavia.
Isabel Coixet le hace un hueco en su película a Julie Christie[2] para que interprete a la terapeuta que ayuda trató a Hanna después de la violación. Intenta hacer un homenaje al trabajo silencioso del Consejo Internacional de Rehabilitación para las Víctimas de la Tortura, el IRCT (International Rehabilitation Council For Torture Victims).
Y es que La vida secreta de las palabras es también un excelente instrumento de denuncia
Vi esta película hace tiempo, cuando se estrenó; después he vuelto a verla varias veces más.
Si la habéis visto, contadme; si os la habéis perdido, os la recomiendo.
Si la habéis visto, contadme; si os la habéis perdido, os la recomiendo.
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